PlumayDesvaríos

Quelentaro

Desde pequeño que caminé tus mismos pasos, que copié con admiración tu senda.
Desde pequeño que usé tu misma ropa y calcé tus mismos zapatos gastados, aunque me pesaran tanto como mi culpa.
Desde pequeño que amo a la misma mujer que tú y que ella me ama también.
Desde pequeño que reí con tu canto y que bailé con tus negras manos, que dominaban a la rebelde guitarra con sus mágicos arpegios.
Desde pequeño que vi en tus ojos mi futuro y me juramenté no renegar jamás de él.
Desde pequeño que me hablaste del demonio del centro de la tierra. Me enseñaste a respetarlo, pero a no rendirme jamás ante su hálito mortal.
Desde pequeño que me demostraste que el amor más grande puede hermanarse con la desdicha del mundo.
Desde pequeño me dejaste claro que el esfuerzo nunca es recompensado con justicia y que lo verdaderamente justo es luchar por cambiarlo.
Desde pequeño sé que en la oscuridad de tus jornadas, no hubo luz más brillante que la de tu valentía.
Desde pequeño que me alimenté de tu sudor y que estuve hambriento por tus desdichas.
Desde pequeño que bebí de tu choquero y magullé tu pan de harina negruzca.
Desde pequeño que sé que mi vida es la tuya.
Entonces, ¿Qué hago ahora, ahora que no tengo más resguardo que tu honor, ahora que no cuento con más armas que tu arcaica picota?
¿Qué hago ahora, si lo único que supe hacer nos fue usurpado?
¿Qué hago ahora, que llevo una flor hasta tu tumba y muero junto a ti por no haber cumplido nuestra promesa?
Discúlpame viejo, pero no podré reemplazarte en el socavón.