PlumayDesvaríos

Revolución Urbana

10:43

En busca de tu ausencia

Autor: Rodrigo Minero Ruiz |

Te vi antigua en mis recuerdos, como hace un año, que parecen cinco. Te vi, cuando con tu morral desgarbado y tus ojitos temblorosos me decías adiós, meciendo tus manos al compás de mis tristezas.
Dijiste haberme querido, mas no me amabas como yo a ti. Por eso no comprendía tu pena.
Te dije hasta luego, pero te perdí para siempre. Te fundiste entre un mar de personas, de olores y dolores.
Viviste en el fondo de las quejas, en el atlántico de las rabias, en el reino de las humillaciones.
Nunca más te vi en el paradero, con tu morral desgarbado y tu falda que, unos cuantos centímetros más corta, no tendría moral para seguir llamándose falda.
Llegaba a tu encuentro a diario, temprano, incluso más que antes, para ver si madrugando la suerte me acompañaba -ese consejo me lo dio un buen amigo-, pero todo fue siempre en vano, nunca estabas, ni antes ni después que siempre.
Hoy ya se cumple un año desde la última vez que tus ojos reflejaron a los míos y que estos miraron más allá de lo prudente. No me amabas, y no te culpo, pero tu figura hecha humo no era la condena más pertinente.
Temo hacer el ridículo, pero llevo meses haciéndolo, jugando a las escondidas con el desayuno y desafiando ridículamente al reloj y al calendario.
Es mi deber sacarme las dudas y buscarte, voy a apresurarme, lo haré al ritmo del nado de las sardinas... ¡Hay olor a muerte!... Parece que más que nadar por el océano estoy enlatado, y me hermano con otros tantos.
¡Tanta pérdida en este mar apestante! "Yo busco a mi hijo", me cuenta un caballero. "Yo a mi marido", reclama una señora. Ahí no me meto, menos ahora, que hartos problemas tengo buscando a la crespa del morral y la falda. ¡Que cada quien salve su pellejo!
¿Les conté de su pelo castaño y sus ojos verdes? ¿O eran azules? Bueno, cuando la vea lo sabré.
Entre tanta gente, me topé con una de sus amigas, esa chiquitita, esa que siempre la acompañaba, la misma que le levantaba en juego la falda, para deleite de los intrusos e interesados que mirábamos.
Le consulto por su amiga -ni tonto que fuera-, me dice que se sube pronto, en el paradero de la escuela.
¿Y todos los días toma micro allá?, pregunto con asombro. "Pero claro po', si cerca de su casa pusieron paraderos de alimentador y de troncal".
¡Pero si desde donde yo la he esperado todo el año, hasta la escuelita que colinda con su casa, no hay más de dos cuadras! ¿Cómo nunca nos íbamos a encontrar?, me inquiero ensimismado y ni sé qué contestar.
¡Nada más que un paradero hemos tenido todo el año de distancia!, pero la gente en avalancha ha cubierto a mi amor.
Todo el año la tuve cerca, pero era invisible a mis ojos. Otras nucas y otros rostros me impedían contemplarla.
¡Ahí la veo!, después de un año que se me hizo un lustro... No es la misma chica de mis quimeras... El morral morral desgarbado dio paso a una mochila que parece caja fuerte. Su mirada ya no tiene el brillo ni el color de antaño, ya no es añil ni esmeralda, sino que se tornó oscura, como el carbón. Y la faldita, otrora regalo inmerecido, se estiró tanto que ya no muestra lo que antes yo de reojo invadía...
Ya no quiero tu presencia ausente.
Al TranSantiago (o TranSardina), en su primer aniversario, que nos ha faltado el respeto y nos ha robado cosas que formaban parte de nuestra vida cotidiana. También nos ha vuelto fríos, indolentes, preocupados de nuestro bien y obviando muchas veces el de nuestros semejantes.

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